Hipócrates

Hipócrates de Cos vivió entre los años 460 y 380 a. C., de su vida se tienen escasos datos, pero es seguro que sus doctrinas constituyeron el núcleo central de las estudios empíricos de la medicina. Se supone que murió pasados los 80 años en Larisa, en el Norte de Grecia. No existen dudas de que fue una de las figuras más importantes de la civilización griega, los filósofos Platón y Aristóteles lo definen como una de las luminarias griegas, siendo Galeno quien hace que pase a la historia como «padre de la medicina».                                                          Fundador de la medicina fisiológica rechazaba las prácticas curativas mágicas, centrando su atención en el funcionamiento del organismo. Hipócrates encarnaba el ideal médico al considerar que el amor por la profesión debía estar presente en su relación con el enfermo. Alejado del misticismo de las tradicionales prácticas curativas ligadas a los santuarios de Asclepio su fama comenzó a expandirse más allá de los templos y de las fronteras griegas, tanto, que los eruditos de la biblioteca de Alejandría denominaron como hipocráticos una gran cantidad de textos relacionados con anatomía, medicina general y patologías específicas, recopilados en el llamado Corpus Hippocraticum.

Con Hipócrates nació la ciencia médica. Aunque el desarrollo de la medicina egipcia era ya notable todavía permanecía lastrada por sus concepciones mágico-religiosas, siendo los médicos griegos hipocráticos los que concebían los tratamientos a partir de la observaciones directas de la enfermedad, diagnosticando por medio de la exploración directa del cuerpo del paciente, a través de la observación, el tacto, el sonido de la respiración o, incluso, por medio del olfato. Un diagnóstico que además debía tener en cuenta el lugar donde vivía el enfermo, una de las bases del corpus era que las enfermedades podían ser generadas por la forma de vida o el ambiente que rodeaba al enfermo. El corpus hipocrático establecía como algo básico la comunicación entre médico y paciente en la realización del diagnóstico. Para Hipócrates la medicina estaba al servicio de la ciudad y del ser humano, y el médico debía aunar el amor a su ciencia, pero también a la humanidad. Hipócrates hablaba en estos términos acerca de la enfermedad “En nada me parece que sea algo más divino ni más sagrado que las otras», sino que tiene su naturaleza propia»
El pensamiento hipocrático surgió como fruto del contexto filosófico de los siglos VII al VI a. C. en Asia Menor y en la Magna Grecia, de los
llamados filósofos presocráticos, como Heráclito o Empédocles, creadores de teorías generales sobre la naturaleza humana. Por ejemplo, la teoría hipocrática de los cuatro humores o de los cuatro elementos de los que está formado el ser humano (sangre, bilis negra, bilis amarilla y pituita) está relacionada con los cuatro elementos básicos de la naturaleza de Empédocles (tierra, aire, agua y fuego)
La terapia hipocrática se basaba en restaurar el equilibrio entre esos cuatro elementos corporales. Hipócrates es considerado el iniciador de la dietética, ya que según él la alimentación debía cambiar en función del clima y las estaciones.

Algo que debe destacarse es que el Corpus hipocrático el texto del Juramento que lleva su nombre y que constituyó durante más de mil años el código ético de la medicina. El médico juraba por diversas divinidades (Apolo el Médico y Esculapio y por Higia y Panacea y por todos los dioses y diosas), cumplir diversos deberes como: “…Guardaré silencio sobre todo aquello que, en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deban ser públicos, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas…” En definitiva, Hipócrates está muy vigente en la medicina contemporánea, que ha recuperado la idea hipocrática de relación entre salud, medio ambiente y alimentación.

El Juramento Hipocrático, quizás el texto médico griego más conocido, requería que un nuevo médico jurara ante los dioses curativos que mantendría una serie de estándares éticos profesionales. También vinculaba fuertemente al estudiante con su maestro y con la comunidad general de médicos, con responsabilidades similares a las de un miembro de la familia.

Con el transcurso del tiempo se ha modificado varias veces, adaptándolo a los valores culturales de diferentes épocas, sin dejar de mantener la esencia de su origen hipocrático. Sin embargo, contrariamente a la creencia popular, la mayoría de las facultades de medicina modernas no exigen en la actualidad, por razones ovias, el juramento hipocrático original, aunque sí, algunas han adoptado sus versiones modernas que se adaptan más a la medicina del siglo XXI.1 [3]
1 NLM,PMC ,https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6934261/#ABS1title

Juramento original  
«Juro por el médico Apolo, por Asclepio, por Hygieia, por Panacea y por todos los dioses y diosas como testigos, que, según mi capacidad y mi juicio, guardaré este juramento y este contrato:

Tener a quien me enseñó este arte tan querido como a mis padres, ser compañero de vida con él y satisfacer sus necesidades cuando sea necesario; considerar a sus descendientes como iguales a mis propios hermanos y enseñarles este arte, si desean aprenderlo, sin pago ni contrato; y que mediante las reglas establecidas, conferencias y cualquier otro modo de instrucción, impartiré el conocimiento del arte a mis propios hijos, a los de mis maestros y a los estudiantes obligados por este contrato y que hayan prestado este juramento a la ley de la medicina, pero no a otros.

Utilizaré aquellos regímenes dietéticos que beneficien a mis pacientes según mi mayor capacidad y criterio, y no les haré daño ni injusticia.
No daré una droga letal a nadie si me lo piden, ni recomendaré tal plan; y de la misma manera no daré a una mujer un pesario para provocar un aborto.

En pureza y según la ley divina realizaré mi vida y mi arte.
No usaré el cuchillo, ni siquiera con aquellos que sufren de piedras, pero se lo dejaré a aquellos que estén entrenados en este oficio.

En todos los hogares a los que vaya, lo haré para beneficio de los enfermos, evitando cualquier acto voluntario de incorrección o corrupción, incluida la seducción de mujeres o de hombres, ya sean libres o esclavos.

Todo lo que vea u oiga en la vida de mis pacientes, ya sea en relación con mi práctica profesional o no, de lo que no deba hablarse en el exterior, lo mantendré en secreto, por considerarlo privado.

Mientras mantenga este Juramento fielmente y sin corrupción, que se me conceda participar plenamente de la vida y de la práctica de mi arte, ganándome el respeto de todos los hombres para siempre. Sin embargo, si transgredo este juramento y lo violo, que mi destino sea lo contrario».

Su última versión
«Declaración de Ginebra», adoptada por la Asociación Médica Mundial (WMA) en 1948, revisada y enmendada en diferentes ocasiones. En 1968, 1983, 1994, 2005, 2006 y 2017.
Texto aprobado en octubre de 2017, en Chicago.1

1. «Como miembro de la profesión médica, prometo solemnemente:
2. Dedicar mi vida al servicio de la humanidad;
3. Velar ante todo por la salud y el bienestar de mis pacientes;
4. Respetar la autonomía y la dignidad de mis pacientes;
5. Velar con el máximo respeto por la vida humana;
6. No permitir que consideraciones de edad, enfermedad o incapacidad, credo, origen étnico, sexo, nacionalidad, afiliación política, raza, orientación sexual, clase social o cualquier otro factor se interpongan entre mis deberes y mis pacientes;
7. Guardar y respetar los secretos que se me hayan confiado, incluso después del fallecimiento de mis pacientes;
8. Ejercer mi profesión con conciencia y dignidad, conforme a la buena práctica médica;
9. Promover el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica;
10. Otorgar a mis maestros, colegas y estudiantes el respeto y la gratitud que merecen;
11. Compartir mis conocimientos médicos en beneficio del paciente y del avance de la salud;
12. Cuidar de mi propia salud, bienestar y capacidades para prestar una atención médica del más alto nivel;
13. No emplear mis conocimientos médicos para violar los derechos humanos y las libertades ciudadanas, ni siquiera bajo amenaza;
14. Hago esta promesa solemne y libremente, empeñando mi palabra de honor».

En esta nueva versión llaman la atención los párrafos 6, 7 y 13. Ellos demuestran los ajustes realizados acordes a los preceptos legales modernos. Los demás forman parte del código ético de la profesión.

WMA, https://www.wma.net/es/policies-post/declaracion-de-ginebra/