Mesopotamia

Se encuentra ubicada en el Oriente Próximo, entre los ríos Tigris y Éufrates. Cubriendo toda su geografía se extendía sobre ella el antiguo Creciente Fértil, un inmenso territorio en forma de medialuna que favoreció el desarrollo de las primeras sociedades humanas. Partiendo de la confluencia de los ríos en el norte del Golfo Pérsico esta enorme zona geográfica ascendía hasta alcanzar la antigua Asiria, para, rebasando los límites mesopotámicos, girar hacia el oeste por el norte de la actual Siria y descender bordeando el mediterráneo hasta alcanzar el delta del Nilo y el Alto Egipto después.

Las más importantes civilizaciones del Creciente Fértil fueron en sus respectivas épocas, la sumeria, considerada la primera gran civilización, la babilónica , la asiria y la egipcia. La manifestación que mejor expresa los logros de la cultura mesopotámica es la invención sumeria de la escritura cuneiforme, primero pictográfica y posteriormente fonética.
Con la invención de la escritura en el año 3000 a.C. comienza la Edad Antigua de la historia, con la interpretación de los caracteres cuneiformes en 1835 por Henry Rawlinson el conocimiento de la fascinante cultura mesopotámica, un acontecimiento que obliga a recordar la importancia del desciframiento de los jeroglíficos egipcios realizado 13 años antes por el egiptólogo francés Jean-François Champollion.

Los caracteres cuneiforme eran grabados en húmedas tablillas de arcilla que posteriormente se cocían para endurecerlas; si se cometía un error al escribir se borraba éste pasando los dedos por la arcilla y se reescribía. El descubrimiento arqueológico de estas tablillas en la ciudad de Nippur fue lo que permitió acceder a la desconocida historia mesopotámica. La antigua ciudad se encontraba situada a unos kilómetros al sureste de Babilonia, a unos 160 km al sureste de la actual Bagdad, en Irak.

El empeño del reverendo John Punnett Peters, profesor de estudios semíticos en la Universidad de Pensilvania, fue el motor impulsor del proyecto. Ferviente partidario de la participación estadounidense en las obras arqueológicas del Cercano Oriente obtuvo el apoyo del rector y profesor de medicina de la universidad, William Pepper. El «Fondo de Exploración de Babilonia» (FEB ) asumió la responsabilidad de financiar la expedición arqueológica.

Comprometido el «FEB» con la financiación del trabajo de campo, la Universidad de Pensilvania resolvió entonces que, «todos los hallazgos que pudieran importarse pasarán a ser propiedad de la Universidad de Pensilvania», tomándose las medidas pertinentes para el alojamiento adecuado y cuidado de éstos en un edificio a prueba de incendios.

Entre los años 1889 y 1900 comenzaron las excavaciones a gran escala del proyecto patrocinado por la Universidad de Pensilvania. La expedición fue organizada por John P. Peters, también dirigida por él, y por el profesor Herman V. Hilprecht, secretario de la expedición.
Entre los resultados de los descubrimientos arqueológicos se encuentra el hallazgo de primer texto médico considerado escrito entre los años 2500 a 2340 a.C.

Para escribir sobre el texto debemos acudir obligatoriamente a Samuel Noah Kramer, profesor de Asiriología en la Universidad de Pensilvania, historia de Sumeria y su lenguaje, de quién citamos esta aseveración refiriéndose al contenido de la tablilla: «es la única fuente de información que poseemos sobre la medicina sumeria del tercer milenio a. C.»
Siendo éste el texto médico más antiguo que se conoce constituye también una obligación referirnos a su contenido ayudados por Kramer.

El texto de la tablilla fue escrito por un médico sumerio, cuyo nombre se desconoce, al final del tercer milenio a.C. Posiblemente escrito para uso de sus colegas y discípulos el médico hace referencia a los recursos que naturales que utilizaba, sustancias vegetales, animales y minerales. Entre los minerales parece que los preferidos eran el cloruro sódico (sal común) y el nitrato potásico (salitre). En cuanto a productos animales que utilizaba mencionaba la leche, la piel de serpiente y la concha de tortuga. No obstante, la mayoría de sus remedios, eran entresacados del reino vegetal: plantas como la casia, el mirto, la asafétida y el tomillo; árboles como el sauce, el peral, el abeto, la higuera y la palmera de dátiles. Estos se preparaban a partir de las semillas del fruto, de la corteza o la pulpa, de raíces o ramas de árboles y vegetales que, como muchos hoy, también se conservaban en polvo

Otros remedios recetados por el médico traído a nosotros por la arqueología eran ungüentos «filtrados» para el uso externo, y líquidos para uso interno. La preparación de los ungüentos consistía, por regla general, en pulverizar uno o varios ingredientes, impregnar el polvo así obtenido con vino y añadir aceite vegetal ordinario o aceite de cedro a la mezcla. En el caso de que en alguno de los remedios se usara como ingrediente la «arcilla de río pulverizada», este polvo debía amasarse en agua y miel y, en lugar de un aceite vegetal, usar «aceite de mar».

Las prescripciones relativas a los «filtrados» eran más complicadas, iban seguidas de instrucciones para su modo de empleo. Para tres de ellas (el texto sumerio es claramente afirmativo a este respecto), el procedimiento utilizado era la decocción con objeto de extraer los principios deseados. El médico hacía hervir la sustancia dentro del agua y añadía un álcali y sales diversas, sin duda con la intención de obtener una mayor cantidad de extracto. Para separar la materia orgánica, había que someter la solución o suspensión acuosa al filtrado, aunque esto último no quede explícitamente afirmado en las «instrucciones». El órgano enfermo se trataba entonces por medio del «filtrado», ya fuera por aspersión, ya por lavado. Enseguida se frotaba con aceite y se le añadían uno o varios simples suplementarios. Igual que se hace actualmente, se empleaba entonces un vehículo para facilitar al paciente la absorción de los remedios. Este vehículo generalmente era la cerveza, pero no el único, a la cual se agregaban los ingredientes reducidos a polvo. Ya mezclados eran bebidos por los enfermos.

Es de lamentar que en las prescripciones no se especifiquen las cualidades respectivas de las sustancias utilizadas en la composición de los medicamentos, como tampoco indica la dosificación y frecuencia de la aplicación de los remedios. Es posible que ello provenga de los «celos» profesionales, y que, por lo tanto, nuestro médico anónimo haya omitido voluntariamente estos detalles, con objeto de proteger sus secretos. Pero, de todos modos, es más probable que esos detalles cuantitativos no parecieran importantes al redactor sumerio del «formulario»; siempre quedaba el recurso de determinarlos de un modo más o menos empírico, en el curso de la preparación y de la administración de los remedios.
Es interesante observar que este médico sumerio no recurría a fórmulas mágicas o hechizos, ni mencionaba dioses o demonios en su texto.

Lo que no significa que el empleo de sortilegios o de exorcismos para curar las enfermedades fuese desconocido en Sumer, en el tercer milenio a. C. Muy al contrario, semejantes prácticas eran de uso corriente, como se desprende del contenido de unas setenta tablillas pequeñas cubiertas de encantamientos designados como tales por los mismos autores de las inscripciones. Igual que hicieron los babilonios, los egipcios y todas las antiguas naciones, incluyendo la superchería de las edades por venir, también los sumerios atribuían la existencia de muchísimas enfermedades a la presencia de demonios y entidades maléficas, que se introducían dentro del cuerpo de los enfermos. Por lo tanto, no deja de sorprender que esta tablilla contenedora de la más antigua información médica conocida y la farmacopea utilizada se muestre completamente exenta de elementos místicos e irracionales.

Ajenos a las investigaciones arqueológicas del «Fondo de Exploración de Babilonia» y la Universidad de Pensilvania, es necesario mencionar otro importante hallazgo, realizado en 1901: el «Código de Hammurabi». Pero, primero, hablemos de este Rey del Antiguo Imperio Babilónico.
Nacido en 1,810 a.C., Hammurabi fue el sexto rey de la primera dinastía babilónica. Ascendió al trono en 1,792 a. C., después de la abdicación de su padre, ocupándolo hasta su muerte en 1,750. Después de vencer en varias guerras a los reinos vencidos y expandir su dominio por toda la región mesopotámica fundó el Imperio Babilónico. Su fama como fundador del imperio aumentó significativamente por el conjunto de leyes registradas en el código que lleva su nombre, tallado entre los años 1792 y 1750 antes de Cristo, en una columna de Basulto de 2.5m de altura, encontrada en 1901 por el arqueólogo J. Morgan.

Actualmente en el museo del Louvre, en Paris, puede apreciarse en su parte más alta, al rey Hammurabi de pie frente al dios Shamash que le extiende la vara y anillo de mando y poder; abajo se observa el texto cuneiforme del código, traducido en 1904 por el asiriólogo francés Jean-Vincent Scheil.
Este conjunto de leyes constituye la primera manifestación conocida del
establecimiento de un orden legal en una sociedad primitiva, lastrado lamentablemente por un sistema de castigos que hoy no sería aceptado.
No obstante, este texto jurídico también proporciona una sorpresa al mundo moderno al incluir, quizá la más antigua referencia al “principio de presunción de inocencia”, permitiendo que tanto el acusado como el acusador tuvieran la oportunidad de aportar pruebas.
El código contiene doscientas ochenta y dos leyes escritas en acadio, idioma popular de Babilonia.
Por las promulgadas sobre la interacción entre las prácticas médicas y los enfermos citamos las que a ellas conciernen, comprendidas entre los párrafos 215 y 227.

• 215. Si un médico trata a un hombre con una herida grave y lo sana, o si abre un tumor con una lezna de bronce y cura su ojo, recibirá diez siclos de plata.
• 216. Si es un plebeyo, recibirá cinco siclos de plata.
• 217. Si es esclavo de un hombre libre, el amo del esclavo dará al médico dos siclos de plata.
• 218. Si un médico trató a un hombre libre por una herida grave, con el punzón de bronce, y le hizo morir, o si abrió la nube del ojo del hombre con el punzón de bronce y perforó el ojo de un hombre, sus manos serán cortadas.
• 219. Si un médico ha tratado al esclavo de un plebeyo con el punzón de bronce por una herida grave y lo ha matado, pedirá esclavo por esclavo.
• 220. Si ha abierto el estuche (cuenca) con el punzón de bronce y le ha sacado el ojo, pagará en plata la mitad de su precio.
• 221. Si un médico cura un miembro roto de un hombre libre y revive una víscera enferma, el paciente le dará al médico cinco siclos de plata.
• 222. Si es hijo de plebeyo, dará tres siclos de plata.
• 223. Si es esclavo de un hombre libre, el amo del esclavo dará al médico dos siclos de plata.
• 224. Si el médico de los bueyes o de los asnos ha tratado a un buey o a un asno de una herida grave y la ha curado, el amo del buey o del asno dará al médico, por su salario, la sexta parte de un siclo plata.
• 225. Si trató a un buey o a un asno con una herida grave y le causó la muerte, dará la cuarta parte de su precio al dueño del buey o del asno.
• 226. Si un cirujano, sin el conocimiento del amo del esclavo, ha impreso una marca de esclavo inalienable, las manos de ese cirujano serán cortadas.
• 227. Si un hombre ha engañado a un cirujano, y si este último ha impreso la marca de un esclavo inalienable, el otro será muerto y enterrado en su casa; el cirujano jurará: “No lo marqué a sabiendas”, y será absuelto.

Estas disposiciones legales sobre el ejercicio de la medicina permiten presumir la posibilidad de que los mandatos 215, 216, 217, 218 y 220, se refieran a procedimientos quirúrgicos oftalmológicos, posiblemente a cirugías de “cataratas”, como sugiere el vocablo «nube»; en otras, a pesar de no haberse hallado evidencias físicas que pudieran confirmar la suposición, a primitivas prácticas odontológicas.

Gracias a la reputación de Hammurabi como legislador, su imagen se puede encontrar en varios edificios del gobierno de Estados Unidos, siendo una de las 23 que aparecen en los relieves de mármol sobre las puertas de la galería de la Cámara de Representantes en el Capitolio.

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Estela con Código de Hammurabi
Hammurabi