Asclepíades 

Asclepiades de Bitinia o Asclepiades de Prusa, nació en el 129 a.C en Prusa (Bitinia, Asia Menor, actual Turquía). Murió en Roma en 49 a.C.
Asclepíades no era descendiente ni poseía ningún vínculo con Asclepio (Esculapio), como podría inferirse de su nombre

La conquista romana de la Magna Grecia a principios del siglo III a.C. exacerbó la rivalidad entre Cartago y Roma, las dos potencias marítimas de la época. La rivalidad condujo a las Guerras Púnicas, el enfrentamiento bélico entre ellas por el dominio del Mar Mediterráneo, que concluyó con la derrota definitiva de Cartago y su destrucción total en el 146 a.C. Con el triunfo sobre el poderoso archienemigo cartaginés continuó Roma su expansión territorial, alcanzando Asia Menor y Egipto. La supremacía de su poderío militar aumentó sus riquezas, lujos, y una mayor interrelación con otras sociedades, todo un entorno de circunstancias que favorecían el aumento de las enfermedades, mal tratadas entonces por charlatanes incompetentes para curarlas, pero muy hábiles para timar a los enfermos.

Estas inescrupulosas prácticas ejercidas durante décadas por los farsantes que pretendían ser médicos contribuyeron a la desconfianza y el descontento del pueblo. No obstante, las élites sociales y políticas se oponían a que médicos griegos procedentes de la Escuela de Alejandría se establecieran en Roma, más aún cuando Cantón el Censor, el famoso e influyente Cónsul romano de la época, consideraba la medicina de los médicos griegos como una gran amenaza. Tendrían que transcurrir muchos más años para que los fuertes prejuicios de la aristocracia romana con respecto a la nación griega, ¡que habían conquistado!, cedieran ante la determinación de Julio Cesar de conceder la ciudadanía a los médicos griegos que quisieran ejercer en Roma (c. 90 a.C. )

La medicina en Roma antes de finalizar el siglo II a.C.

En los hogares de las clases altas, el cabeza de familia solía ser el cuidador de los enfermos, recetando remedios contra cualquier enfermedad que pudiera padecer uno de sus miembros. En pocos casos, quizá un esclavo de los conocido como servus medicus (servicio médico), que pudiera haber sido un médico griego con alguna educación, se hacía cargo del paciente en lugar del dueño de la casa. Un libro de remedios caseros era la fuente habitual de información que se utilizaba para obtener los conocimientos terapéuticos. Catón, el famoso censor romano que vivió c. 234-149 a. C. fue el autor de una obra que contenía las recetas más populares de la época. Indudablemente durante este largo periodo de tiempo no había médicos establecidos, ni nada parecido a una verdadera práctica médica.

Durante varios cientos de años, los romanos estuvieron casi constantemente en guerra con las tribus o naciones vecinas, y esta vida de exposición al aire libre y ejercicio activo pudo haber contribuido a que sus ejércitos fueran menos afectados por las enfermedades que padecían las ciudades. Las heridas de los soldados eran tratadas por las experiencia acumuladas a través de los siglos.                                                  

Asclepíades entra en la historia de la medicina romana acompañado por especulaciones sobre su vocación médica. Al llegar a Roma comenzó enseñando retórica, pero al no encontrar provechosa esta ocupación, se dedicó a la medicina. Plinio el Viejo, escritor y militar romano, ¹ dice que adquirió el conocimiento del arte médico a través de los estudios que realizó después de su llegada a la ciudad, pero el Dr. Max Neuburger² afirma que comenzó a estudiar retórica, filosofía y medicina en su juventud y luego pasó algún tiempo perfeccionando sus conocimientos en Parion, una ciudad de Misia en el Helesponto, Atenas, y probablemente también en Alejandría, antes de viajar a Roma en busca de fortuna.

¹ Real Academia de la Historia, España.
² DR. Max Neuburger, Historia de la Medicina, Volumen I – Asclepíades [294]

Son muchos los historiadores que consideran que el reconocimiento de la medicina griega por los romanos se debió a la personalidad de Asclepíades. Es indudable que el carisma del hombre ayudó a la aceptación del médico. Su cultura, su personalidad grandilocuente, no exenta de vanidad y un algo de charlatanería, favorecieron su acercamiento a los ciudadanos más eminentes de Roma, llegando a ser amigo de Marco Tulio Cicerón y Tito Pomponio Ático, el primero Cónsul de la república y uno de los hombres más culto de la época, el segundo un rico historiador y editor romano.

Muy pronto comenzó Asclepíades, un seguidor de la filosofía epicúrea, muy expandida en Roma,  a criticar abiertamente a Hipócrates y sus métodos de curación, entre otros motivos por considerar que sus discípulos habían impregnado las enseñanzas del maestro de un fanatismo que excluía el pensamiento original y el progreso.

Su concepción «atomista» consideraba que el cuerpo humano está formado por conductos y poros, unos más estrechos y otros más grandes. Por esta consideración estimaba que la salud coincidía con el flujo ininterrumpido de estas formas corpusculares, mientras que su retraso o interrupción, por cualquier motivo, producía la enfermedad. Para restablecer la salud resultaba necesario entonces restablecer la normalidad del flujo corpuscular, considerando que el objetivo del médico era procurar este resultado mediante buenos hábitos de higiene, alimentación y una vida apacible, reservando la medicación para las enfermedades que realmente necesitaran de ella.                                                                            Solía decir que la curación debía efectuarse de «forma segura, rápida y agradable», creyendo que lo que el médico podía hacer era de primordial importancia, y la medicina natural sólo secundaria.

La aceptación de sus métodos curativos y su éxito contribuyeron al total reconocimiento de los médicos griegos en Roma. Cerca de siglo y medio después, en 162 d.C., Galeno el más famoso de todos comenzaría a ejercer también en la «Ciudad Eterna».