Historia de la Enfermería

Etapa Doméstica
Como la medicina, la enfermería surge igualmente vinculada a poderes sobrenaturales. Durante las primeras civilizaciones la cura de heridas y enfermedades era responsabilidad de los magos, chamanes, brujos y sacerdotes, que intervenían a favor de los enfermos ante las deidades que regían su destino. El cuidado de ellos, al margen de los resultados procurados por los «místicos sanadores», recaía sobre las mujeres. Ellas eran sus «cuidadoras» y como tales ejercían sus servicios. Para hacerlo utilizaban los recursos naturales que proporcionaba la farmacopea de la época, se ocupaban del aseo personal de los convalecientes y de la higiene del lugar donde los cuidaba; también los protegía del frío y los reconfortaba con su presencia. Estas “cuidadoras” domésticas eran las encargadas de mantener la vida de quienes la necesitaban, y ocasionalmente ejercer como parteras para hacerla posible

Enfermería Ocasional
Aunque realmente debe ser considerada como una práctica de «Primeros Auxilios», la expresión podría ser aceptada como una respuesta circunstancial a una necesidad imprevista. Para expresar mejor a este último criterio exponemos dos ejemplos históricos: la parábola cristiana del «buen samaritano» y el cuidado que proporciona Aquiles  a un compañero de armas.

El buen samaritano
Un doctor de la Ley judaica para poner a prueba a Jesús le preguntó cómo podría alcanzar la vida eterna y Él le contestó que amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. El intérprete de la Ley le preguntó entonces quien era su prójimo y Jesús le contestó con una de sus más conocidas parábolas, a la que muchos aludimos sin recordar o conocer su origen.

«Un hombre –comenzó a contar Jesús – que descendía de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos ladrones que le despojaron de todo lo que tenía, lo hirieron y medio muerto le dejaron abandonado. Aconteció después que un sacerdote pasó también por el camino, vio al herido, pero pasó de largo. De igual forma hizo un levita¹, otro caminante, que ignorando al necesitado continúo andando. Pero sucedió que un samaritano² que pasaba por el lugar lo vio, se le acercó, y movido por la misericordia vendó sus heridas, echándoles aceite y vino, lo puso en su cabalgadura, lo llevó a un mesón, y cuidó de él. Al otro día, al partir, sacó dos denarios y los dio al mesonero diciéndole que cuidara del herido, y que todo lo que gastara cuidándolo se lo pagaría cuando regresara »

Después Jesús preguntó al doctor de Ley.
¿Quién de estos tres hombres fue el prójimo de la víctima?
–El que fue misericordioso con él–respondió el intérprete.
Entonces Jesús le dijo: ––Ve, y haz tú lo mismo.

¹ Los levitas eran los descendientes de la tribu de Leví, sin posesiones de tierras o de herencias, pero sí responsables de encargarse de todo lo relacionado con los asuntos del Tabernáculo y el Templo de Jerusalén, de los sacrificios, alabanzas y otros menesteres.
² Durante la época de Jesús, los samaritanos eran un grupo religioso y étnico que vivía en Samaria, una región situada entre Judea y Galilea. Los judíos y los samaritanos tenían importantes diferencias teológicas y culturales. Estos desacuerdos dieron lugar a hostilidades entre ambos grupos y al desdén de la mayor parte de los judíos por ellos. Sin embargo, en los Evangelios, Jesús es presentado como alguien que rompió estas barreras sociales y culturales. El mayor ejemplo lo constituye la historia del buen samaritano (Lucas 10:25-37), donde éste se presenta como un modelo de caridad a imitar, al ayudar a un desconocido herido, que había sido ignorado por un sacerdote y un levita, ambos judíos.

El buen samaritano

Paricles vendando a Patroclo en la Guerra de Troya